martes, 29 de septiembre de 2009

Bajo la superficie

"Spare me", les supliqué a los behemoths. But I will not go untouched.

Me dí cuenta que soy un hombre diminuto sin el talento del dinero. Miami es mi estación temporal, pero de ningún modo un refugio. La desilusión puede acabar en la visión distorsionada de las cosas, o a la inversa. Cuanto impulso me reste usaré en llegar tan lejos como podamos de estas arenas.

Me disloqué el presente.

Se supone que ayer era mi día libre. Pero llovió sin tregua todo el día. Terminamos por hacer la barbacoa en la apartamento, que en realidad no fue barbacoa, porque la carne la asamos en el horno. Key Biscayne fue el lugar que elegimos para nuestro día de campo, pero desde que llegamos la lluvia intermitente nos hizo por fin desistir de bajarnos con todos los tiliches y montar un campamento. Lo que sí hubo fue picaduras de zancudo para mí, una empapada para los cuatro, y el habitual ataques de celos de mi hijo cuando percibe que nos excedemos con la atención a su hermana menor. En la memoria de los cuatro, como un nudo invisible, quedaron la vista del faro de ladrillos encalados con un blanco resplandeciente, y el hierro pintado de negro de las antiguas ventanas y el casco. Pero sobre todo, nos quedó grabado el momento en que mi hijo desenterró un cofre de juguete lleno de monedas de plástico que en un descuido suyo había plantado yo en la arena para darle una sorpresa. En el mismo momento que estallaban las nubes en truenos y decenas de bañistas abandonaron apresurados la playa de Cape Florida.

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