jueves, 24 de septiembre de 2009

Los muertos agradecidos

Este, amigos míos, es un blog furtivo, escrito por ratos en el trabajo.
Estado mental: disperso.

The indicator light
is blinking red
Warning!
Pacience Level Low!

Cansancio crónico, un leve sobrepeso, y de síntomas de depresión.
Hoy me dolió mucho que tuviera que devolver a la biblioteca (se venció el plazo del préstamo) el libro La Arquitectura de la Ciudad, escrito por el arquitecto italiano Aldo Rossi [R.I.P.]. Lo cierto es que tuve el libro por un largo tiempo, pero últimamente, desde que tengo dos hijos menores y dos trabajos, es algo difícil encontrar tiempo para leer.
Algo me huele mal en el trabajo. No, en serio, hay un olor desagradable, como a algo descompuesto alrededor de mi escritorio.
El problema es que estoy bajo mucha presión.
Y ayer murió mi tío.

Tengo un mecanismo interno de autosabotaje. También una necesidad de liberarme de la boa constrictora que me sujeta.
Debo admitir que siento cierto temor hacia los artistas porque llevan una vida tan poco convencional. Y es que la estructura de hierro, la armadura emocional, se vuelve habitual con el tiempo.

Sitiado. Así me siento.
El Dalai Lama hace un fist bump frente a las cámaras.
En Honduras se ha desatado un infierno.
Los ricos no la están pasando nada mal durante esta recesión. Los veo.
Experimento en cuerpo propio el cansancio hasta los huesos.
El periódico local muestra en una foto que en un parque local han colocado un cerdito y otro bicho de yeso restaurados. Qué bizarro.

Digamos que soy subversivo, pero postergo mi pequeña revolución.

Un animal de madriguera siempre deja abierto un pasaje por dónde escapar.
Cuánto tiempo antes de que el castillo de arena se derrumbe.

Esa sensación de suavidad
de desnudez mental
de arroyo fluyendo lentamente

Esto es suficiente por ahora.

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